martes, 4 de marzo de 2014

En torno a la Ética política y la lucha por la liberación: Ayaawa; ayaawaa; ayaawari: pelea; pelear, pelearse, guerrero.

Mateo Anouka
“Las acciones se tienen por buenas o malas, no por su propio mérito sino de acuerdo a quien las lleva a cabo, y no hay casi ninguna monstruosidad –tortura, uso de rehenes, trabajo forzado, deportación en masa, encarcelamiento sin juicio, falsificación, asesinato, bombardeo de civiles- que no cambie su color moral cuando es perpetrado por nuestro lado”
George Orwell. Escritos Políticos.

El término ayaawa en lengua añuu, puede ser traducida en castellano como una forma de significar: pelea. Sin embargo, literalmente este significado ha sido configurado por el filosofar añuu a partir de la unión de aya, que es el verbo estar por excelencia, es decir, se trata de un estar presente, de manera puntual; acompañado de inmediato por el sufijo reflexivo: -awa, por tanto, pelea es un estar por sí mismo y cuya acción es realizada por el sí mismo de la persona (su espíritu) y cuyos resultados siempre repercutirán sobre sí mismo.
Por su parte, ayaawaa, es la conversión en verbo del sustantivo pelea, es decir, pelear. Como es posible apreciar, al nombre ayaawa (pelea), solo se le ha agregado una –a que, los lingüistas llaman, atributivo, pues, se trata de una partícula que le atribuye al nombre la condición de pelea, dicho de otra forma, el sujeto tiene la atribución de ejecutar la acción de pelear. Sin embargo, dado que como dijéramos, el término se configura mediante el reflexivo –awa, la acción, por sí misma, no sólo es contra el otro sino que ella, por sí misma, se revierte sobre el sujeto que la ejecuta. Vale decir, cuando peleamos, no sólo lo hacemos frente a otro, sino que nos peleamos con nosotros mismos, con lo que somos y que dejamos de ser cuando peleamos. Se trata de ese momento en que, perdemos o abandonamos nuestro camino y podemos llegar a hacer o, sale de nosotros, lo más terrible o mortal que, querámoslo o no, sólo permanece contenido permanentemente por nuestra cosmovisión y nuestra cosmovivencia. Dicho de otra manera, la ética forjada por nuestro hacer en convivencia, en la comunidad, es la que configura nuestras acciones dentro de un orden ético y moral.
Es por ello que para el filosofar añuu, wayuu y, podríamos decir, la totalidad de los pueblos y culturas indígenas de toda Abya Yala, la pelea, o el pelear, no es una opción primaria sino aquella a la que el otro ha empujado a nuestro espíritu al bloquear, cerrar, impedir nuestro propio camino de acuerdo a nuestra ética y moral. En este sentido, antes de asumir una pelea, o de pelear, un añuu, un wayuu, un barí o cualquier pueblo indígena, busca crear caminos al acuerdo con el otro, busca construir puentes a la armonía sacudida por la incomprensión, la imposición y el desacuerdo del otro. Esto, muy lejos está de la cobardía. Sin embargo, quien entiende que la ética política sólo es aquella que se impone mediante el uso de la fuerza y del poder, indiscutiblemente, esta otra visión de la ética política no es más que indecisión para pelear o cobarde entrega al contrario.
Por eso, lo primero que hace quien no quiere acordar sino pelear, es descalificar a su oponente, en añuu: aünü, es decir, el que viene en dirección contraria a nuestro pensar. Los descalificativos llegan a ser profundamente denigrantes, pues, sólo la denigración del contrario hará posible la justificación de las aberraciones que pudiéramos hacerle en la pelea: meterle un fusil por el ano, electrocutarle sus partes, darle por la cabeza con el casco militar, y por supuesto, matarle con disparos a la cabeza, sin piedad y sin remordimiento. A fin de cuentas, se trata de alguien que no es alguien, no es un sujeto, no es persona es sólo una cosa con el que puedo liberar los demonios de mi espíritu y pisotear el suyo sin que moralmente pueda ser yo señalado.

Finalmente, un guerrero: ayaawari, no es como pudiera pensarse, alguien que va a pelear (alguien muy “arrecho” o “violento”), sino, por el contrario, el que está por sí mismo dispuesto a asumir antes y después, las consecuencias de la pelea. Hablando con propiedad, el guerrero (ayaawari) sabe que pelear es pelearse, que pelear significa estar decidido a morir o matar, todo lo cual, indiscutiblemente, sacudirá su espíritu y afectará su destino y el de todos; por tanto, y de acuerdo a la responsabilidad de su posible acción, prefiere el acuerdo, la armonización y el equilibrio. El pelear, solo se produce cuando todo camino nos ha sido truncado, cuando no hay posibilidad alguna de puentes, cuando el otro en la seguridad de su poder, no nos deja otra posibilidad que lanzarnos sobre él con lo más terrible de nuestro espíritu, y que sólo por nuestra cosmovivencia logramos permanentemente someter como expresión ética y moral de nuestro proceder político.

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