Mateo Anouka
“Las
acciones se tienen por buenas o malas, no por su propio mérito sino de acuerdo
a quien las lleva a cabo, y no hay casi ninguna monstruosidad –tortura, uso de
rehenes, trabajo forzado, deportación en masa, encarcelamiento sin juicio,
falsificación, asesinato, bombardeo de civiles- que no cambie su color moral
cuando es perpetrado por nuestro lado”
George
Orwell. Escritos Políticos.
El
término ayaawa en lengua añuu,
puede ser traducida en castellano como una forma de significar: pelea.
Sin embargo, literalmente este significado ha sido configurado por el filosofar
añuu a partir de la unión de aya,
que es el verbo estar por excelencia, es decir, se trata de un estar presente,
de manera puntual; acompañado de inmediato por el sufijo reflexivo: -awa, por tanto, pelea
es un estar por sí mismo y cuya
acción es realizada por el sí mismo de la persona (su espíritu) y cuyos resultados siempre repercutirán sobre sí
mismo.
Por
su parte, ayaawaa, es la
conversión en verbo del sustantivo pelea, es decir, pelear.
Como es posible apreciar, al nombre ayaawa (pelea), solo se le ha
agregado una –a que, los
lingüistas llaman, atributivo, pues, se trata de una partícula que le atribuye
al nombre la condición de pelea, dicho de otra forma, el
sujeto tiene la atribución de ejecutar la acción de pelear. Sin embargo, dado
que como dijéramos, el término se configura mediante el reflexivo –awa, la acción, por
sí misma, no sólo es contra el otro
sino que ella, por sí misma, se revierte sobre el sujeto que la ejecuta. Vale
decir, cuando peleamos, no sólo lo hacemos frente a otro, sino que nos peleamos con nosotros mismos, con lo
que somos y que dejamos de ser cuando peleamos. Se trata de ese momento en que,
perdemos o abandonamos nuestro camino y podemos llegar a hacer o, sale de
nosotros, lo más terrible o mortal que, querámoslo o no, sólo permanece
contenido permanentemente por nuestra cosmovisión y nuestra cosmovivencia.
Dicho de otra manera, la ética forjada por nuestro hacer en convivencia, en la
comunidad, es la que configura nuestras acciones dentro de un orden ético y
moral.
Es
por ello que para el filosofar añuu, wayuu y, podríamos decir, la totalidad de
los pueblos y culturas indígenas de toda Abya Yala, la pelea, o el pelear, no
es una opción primaria sino aquella a la que el otro ha empujado a nuestro
espíritu al bloquear, cerrar, impedir nuestro propio camino de acuerdo a
nuestra ética y moral. En este sentido, antes de asumir una pelea, o de pelear,
un añuu, un wayuu, un barí o cualquier pueblo indígena, busca crear caminos al
acuerdo con el otro, busca construir
puentes a la armonía sacudida por la incomprensión, la imposición y el
desacuerdo del otro. Esto, muy lejos
está de la cobardía. Sin embargo, quien entiende que la ética política sólo es
aquella que se impone mediante el uso de la fuerza y del poder,
indiscutiblemente, esta otra visión de la ética política no es más que
indecisión para pelear o cobarde entrega al contrario.
Por
eso, lo primero que hace quien no quiere acordar sino pelear, es descalificar a
su oponente, en añuu: aünü, es decir, el
que viene en dirección contraria a nuestro pensar. Los descalificativos llegan
a ser profundamente denigrantes, pues, sólo la denigración del contrario hará
posible la justificación de las aberraciones que pudiéramos hacerle en la
pelea: meterle un fusil por el ano, electrocutarle sus partes, darle por la cabeza
con el casco militar, y por supuesto, matarle con disparos a la cabeza, sin
piedad y sin remordimiento. A fin de cuentas, se trata de alguien que no es
alguien, no es un sujeto, no es persona es sólo una cosa con el que puedo
liberar los demonios de mi espíritu y pisotear el suyo sin que moralmente pueda
ser yo señalado.
Finalmente,
un guerrero: ayaawari, no es como
pudiera pensarse, alguien que va a pelear (alguien muy “arrecho” o “violento”),
sino, por el contrario, el que está por sí mismo dispuesto a asumir antes y
después, las consecuencias de la pelea. Hablando con propiedad, el guerrero (ayaawari) sabe que
pelear es pelearse, que pelear significa estar decidido a morir o matar, todo
lo cual, indiscutiblemente, sacudirá su espíritu y afectará su destino y el de
todos; por tanto, y de acuerdo a la responsabilidad de su posible acción,
prefiere el acuerdo, la armonización y el equilibrio. El pelear, solo se
produce cuando todo camino nos ha sido truncado, cuando no hay posibilidad
alguna de puentes, cuando el otro en
la seguridad de su poder, no nos deja otra posibilidad que lanzarnos sobre él
con lo más terrible de nuestro espíritu, y que sólo por nuestra cosmovivencia
logramos permanentemente someter como expresión ética y moral de nuestro
proceder político.
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